LOS ANIMALES EN LA CULTURA POPULAR DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

LOS ANIMALES EN LA CULTURA POPULAR DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

En este blog, puedes encontrar algunos fragmentos de nuestra cultura popular relacionada con los animales de la Península Ibérica. Así mismo, espero tu colaboración con aportes de aquello que conozcas sobre el tema. Refranes, dichos, leyendas, mitos, poesía, canciones... serán incluidos en la reedición de mi libro Las aves ibéricas en la cultura popular.

martes, 24 de junio de 2014

La inteligencia de los alaudidos.

A esta familia pertenecen una serie de aves que se caracteriza sobre todo por un plumaje discreto que les ayuda a pasar desapercibidas en las zonas abiertas que es donde suelen vivir la mayoría. En ocasiones se las ve posarse en el suelo y suele costar localizarlas si se pegan al suelo.
Cogujadas, alondras, totovías, calandrias y terreras son las representantes de la familia en nuestra península. 
En la cultura popular siempre han tenido su hueco, normalmente por lo llamativo y variado de su canto. Usadas como animales de compañía en una triste y diminuta jaula de madera con un balconcillo aún se las suele ver en las ventanas de las casas. Pobres animales que les cambian una amplia campiña por unos centímetros cuadrados de madera enrejada.

Las cogujadas.
Encontramos dos especies en la Península, la común y la montesina.
En la foto una común. En la cultura popular, dicen que es un ave muy astuta y que es capaz de adivinar cuando alguien se le acerca con malas intenciones. De hecho hay varios cuentecillos repartidos por Andalucía en los que una madre descubre como sus pequeños son listos desde jovencitos.

De la Alpujarra (Granada)
“Cuando la madre ‘totovía’ enseñaba a sus hijos su sabiduría, les enseñaba también como convivir con los hombres. Una vez les dijo: ‘Si os encontráis con un hombre, y éste os ve y se agacha, salid volando, pues es para coger una piedra y tirárosla’. Pero entonces, y haciendo alarde de esa inteligencia de aláudido, dijeron los hijos: ‘Vale, pero ¿y si el hombre ya trae la piedra en la mano?’.
Moraleja: Los hijos sabían más que la madre.”

Aunque también nos encontramos en algunas zonas dichos que ponen en envidencia esta supuesta inteligencia y en los que hacen referencia a su mala memoria. Así en Cabra (Córdoba), donde reciben el nombre de "vejetas" dicen: "Si fueras vegeta estarías todo el día buscando el nío (nido)".

Entre sus nombres vernáculos tenemos "cujá, cuvujá, cuguta, coguta, veeta, vejeta, cuá moñúa, totovía..." El de vejeta le viene del moño, que parece el pañuelo que llevaban las viejecitas antiguamente cubriendo la cabeza.

En la foto una montesina. La diferencia es mínima, en la común la mandíbula inferior es recta y algo convexa en la montesina. Además de tener la última el moteado del pecho más marcado.
El canto de estas Córdoba algunas como estas:

De Priego de Córdoba (Córdoba)
“Tío Pepe, ¿hay liria?
Sí, pero no pega.”

De Lora del Río (Sevilla)
“Tío pepe, tío pepe, estás sembrando maíz
¿Para quien? Para mí, para mí.”

Del valle del Ricote (Murcia)
Tutuvía, ¿quien te puso el moño?
Mi tía, mi tía…
 
Otra representante de la familia es la calandria.
Suele cantar en vuelo, normalmente en círculos o cernida durante varios minutos, llegando a imitar notablemente a otras especies. Si cerramos los ojos cuando una calandria está cantando, puede darnos la impresión de que estamos rodeados de varias aves de diferentes especies.

Al igual que sus primas las cogujadas, también tiene abundantes onomatopeyas con su canto. 
De Fresno de Río Tirón (Burgos)
Atribuyen un canto al macho y otro a la hembra.
Macho: “Pastorcito nuevo que has comido la merienduca luego,
luego, luego”
Hembra: “Las miguitas del zurrón por las tardes buenas son, son, son”.

De La Nava (Palencia)
“Pastorcito, que poco pan has traido,
que largo es el día,
                                                                      tira, tira, tira”


Aunque aparece también en algunas poesías y romances, como el del Prisionero, os dejo este cuento para terminar. En otra entrada os cuento algunas curiosidades sobre el resto de la familia que se pueden encontrar en mi libro "Las aves ibéricas en la cultura popular"

                                                                       ~ Cuento ~

“De cómo iba un cazador por el campo preparando sus redes y llamando a las aves con dulces cantos para coger a la calandria

      Cuenta una historia que un cazador fue a cazar con sus redes, y cogió una calandria nada más, y se volvió a su casa y echó mano de un cuchillo para degollarla y comérsela. Y la calandria le dijo:

      -¡Ay, amigo, qué gran error haces en matarme! ¿Y no ves que no te puedes hartar conmigo, pues soy muy poca comida para un cuerpo tan grande como el tuyo? Y por ello pienso que harías mejor en soltarme y dejarme vivir, y yo te daría tres buenos consejos con los que te podrías aprovechar, si quisieras usar bien de ellos.

      - Ciertamente –dijo el cazador– me agrada mucho, y si me das un consejo, yo te dejaré y te daré la libertad.

      - Pues te doy el primer consejo –dijo la calandria– que no creas de nadie aquello que veas y entiendas que no puede ser. El segundo, que no te preocupes por lo que hayas perdido, si piensas que no lo puedes recobrar. El tercero, que no intentes nada que pienses que no puedes terminar. Y te doy estos tres consejos, parecidos el uno al otro, auque me pediste uno.

      - Ciertamente –dijo el cazador– buenos consejos me has dado.

      Y soltó a la calandria y la dejó libre. Y la calandria fue volando por la casa del cazador hasta que vio que iba a cazar con sus redes, y se fue volando directamente hacia allá por el aire, pensando si se acordaría de los consejos que le había dado y si los usaría. Y yendo el cazador por el campo armando sus redes, llamando a las aves con sus dulces cantos, dijo la calandria que iba por el aire:

      - ¡Oh, mezquino, cómo te engañé!

      - ¿Y quién eres tú?

      - Yo soy la calandria a la que soltaste hoy por los consejos que te di.

      - No me engañé, según creo –dijo el cazador– pues me diste buenos consejos.

      - Es verdad –dijo la calandria– si bien los hubieras aprendido.

      - Pero –dijo el cazador a la calandria– dime en qué me engañaste.

      - Yo te lo diré –dijo la calandria–. Si tú supieras la piedra preciosa que tengo en el vientre, que es tan grande como un huevo de avestruz, estoy segura de que no me habrías soltado, pues serías rico para siempre jamás si me hubieras cogido, y yo habría perdido la fuerza y la virtud que tengo para hablar, y tú adquirido mayor fuerza para conseguir lo que quisieras.

      El cazador cuando la oyó, se quedó muy triste y muy preocupado, creyendo que así era como la calandria decía, e iba en pos de ella para engañarla otra vez con sus dulces cantos. Y la calandria, como estaba escarmentada, se cuidaba de él y no quería bajar del aire; y le dijo:

      - ¡Oh, loco, qué mal aprendiste los consejos que te di!

      - Ciertamente –dijo el cazador– bien me acuerdo de ellos.

      - Puede ser –dijo la calandria– pero no los aprendiste bien; y si los aprendiste, no sabes seguirlos.

      - ¿Cómo que no? –dijo el cazador.

      - Tú sabes –dijo la calandria– que dije en el primer consejo que no creyeras de nadie lo que vieras y comprendieras que no podía ser.

      - Es verdad –dijo el cazador.

      - Pues, ¿cómo crees tú que en cuerpo tan pequeño como el mío puede caber una piedra preciosa tan grande como el huevo de avestruz? Bien debías entender que esto no es creíble. En el segundo consejo te dije que no te esforzaras por la cosa perdida, si entiendes que no la podías recuperar.

      - Es verdad –dijo el cazador.

      - Pues, ¿por qué tratas –dijo la calandria– de volver a cogerme otra vez en tus lazos con tus dulces cantos? ¿Y no sabes que de los escarmentados se hacen los avisados? Ciertamente bien debías entender que, puesto que una vez escapé de tus manos, me guardaría bien de ponerme en tu poder; y sería justo que me matases, como quisiste hacer la otra vez, si de ti no me guardase. Y en el tercer consejo te dije que no intentases nada que pensaras que no podías conseguir.

      - Verdad es –dijo el cazador.

       - Pues tú ves –dijo la calandria– que yo voy volando por donde quiero por el aire, y que tú no puedes subir hasta mí ni tienes poder para hacerlo, pues no lo tienes por naturaleza, y no debías intentar perseguirme, pues no puedes volar como yo.

      - Ciertamente –dijo el cazador– no descansaré hasta que te coja por engaño o a la fuerza.

      - Dices cosas soberbias –dijo la calandria– y cuídate, pues Dios hace caer desde lo alto a los soberbios.

      Y el cazador, pensando en cómo podría volar para coger a la calandria, tomó sus redes y se fue hacia la ciudad. Y encontró a un engañador que estaba engañando ante mucha gente, y díjole:

      - Tú, engañador, que enseñas una cosa por otra y haces creer a la gente lo que no es, ¿podrías hacer que pareciese ave y pudiese volar?

      - Si podría –dijo el engañador–. Toma las plumas de las aves y pégatelas con cera, y cubre de plumas todo el cuerpo y las piernas hasta las uñas; y sube a una torre alta y salta desde la torre y ayúdate con las plumas cuanto puedas.

      Y el cazador lo hizo así. Y cuando saltó de la torre creyendo volar, ni pudo ni supo, pues no era su naturaleza, y cayó al suelo, y se golpeó y murió. Y esto fue muy justo, pues no quiso creer el buen consejo que le daban; él creyó el mal consejo que no podía ser por su naturaleza.”  

 





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