A pesar de que buena parte de sus colores son vivos, con rojos marcados en pico, patas y anillo ocular, se las averigua para desaparecer. Se agacha y su plumaje pardo se alía con ella para hacerla desaparecer.
Otra de sus cualidades que no han pasado desapercibidas para la gente del medio rural, es su capacidad de correr, de "apeonar", y de ahí que vienen dichos como el de "correr más que un perdigón". Con ese nombre se conoce a sus pollos.
Los machos, rompen el silencio de las mañanas y las tardes con su característico canto. En la cultura popular, hicieron algunas onomatopeyas con su canto, diciendo que cuando cantan las perdices dicen:
"Cuarenta tajás, cuarenta tajás, cuarenta tajás..."
O bien, cuando el pájaro preso en su jaula y cómplice de su amo, atrae a sus congéneres salvajes entre las estacas de olivos hacia la trampa mortal:
"Por esta estacá, por esta estacá, por esta estacá..."
La cultura popular ha sido abundante ante este pájaro, pues desde siempre ha sido muy codiciado, siendo protagonistas de poesías, canciones, leyendas, historias... pero yo me quedo con un cuento, "La Perdiz de las Ánimas". Y dice así:
Existe un cuento muy antiguo de un cazador muy devoto de las ánimas del purgatorio pero de muy desgraciada puntería, el cual, yendo de caza, acertó a encontrar a tiro dos perdices juntas paradas. A tan agradable vista, dijo echándose a la cara la escopeta:
“Morena,
si te pillara